CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL de Dublín

«En junio de 2012, se celebrará en Dublín, Irlanda, el quincuagésimo Congreso Eucarístico Internacional. Por una feliz coincidencia, el año 2012 también marca el quincuagésimo aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II». Así inicia el Texto base de este Congreso Internacional que la Iglesia entera, convocada por el arzobispo de Dublín, se prepara a celebrar.

 

El tema elegido para el Congreso Eucarístico “La Eucaristía: Comunión con Cristo y entre nosotros”, recoge la idea y exigencia de la comunión, central en toda la doctrina ante todo del Evangelio, pero también y muy claramente del Vaticano II. Podemos decir, si queremos, que el lema del congreso recoge la actitud de “koinonía” en sus dimensiones vertical y horizontal, los dos brazos de la Cruz. Y el texto base ya en su Introducción comienza clarificando la noción de ‘comunión’, puesto que, dice, a veces las expresiones en las que usamos este término pueden parecer casi limitarse al acto sacramental de “comulgar” durante la santa Misa. Sentido éste importantísimo, cuya eficacia se extiende, debe extenderse y prolongarse en la vida entera.

 

Para explicar el sentido bíblico de la “comunión”, como la quiere subrayar el lema del Congreso, se parte ante todo del texto de Juan en la oración sacerdotal que Jesús dirige al Padre la noche de su Pasión: “Que todos sean uno: como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17, 21).

Después de este pasaje fundante del cuarto evangelio, el texto base recuerda muy oportunamente los capítulos 10 y 11 de la primera carta a los Corintios, el texto bíblico más antiguo relativo a la institución de la Eucaristía. Los cristianos de Corinto, comunidad extraordinariamente rica en dones y carismas, aparecen también ricos en problemas y divisiones. Y el Apóstol tiene que intervenir para corregir con firmeza al tiempo que con amor de padre.

Para hacerles recapacitar, les recuerda que así como “los israelitas cuando comen de las víctimas, entran en comunión con el altar”, también y de forma mucho más real para nosotros, “el pan que partimos” en la Eucaristía, en la Cena del Señor, “es comunión con el cuerpo de Cristo”.

De esta comunión con Cristo Jesús, se deriva una consecuencia clara, y es la que Pablo quiere proclamar con fuerza a sus hijos de Corinto, que demasiado pronto la habían olvidado: “porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan” (1Cor 10, 17).

Y al comer del “mismo pan” nos comprometemos a vivir en unidad, a ser uno en el amor concreto, solidario, atento a las necesidades del otro, del hermano, que come de nuestro mismo pan partido y compartido, que es el Cuerpo de Cristo entregado por nosotros.

Pero lo que los Corintios hacen en lo que llaman “la Cena del Señor” ya no es digno de tal nombre, y Pablo, con un realismo que no necesita muchas explicaciones ni preguntas, les escribe: “De manera que vuestra reunión ya no es la Cena del Señor”, porque “mientras uno pasa hambre otro se emborracha” (v. 21).

El Apóstol siente que tiene que re-evangelizar a la comunidad de Corintio en cuanto a lo que significa la comunión, la fraternidad, sin la cual no hay fidelidad cristiana. Por eso les ofrece el relato de la última Cena de Jesús con los Doce (1 Cor 11, 17-26), casi como “código genético de la identidad de la Iglesia como comunión”.

 

Las primeras palabras de la Introducción del texto base del quincuagésimo Congreso Eucarístico Internacional me llevan a recordar y a detenerme en la reflexión sobre lo que nos dice el Ritual de la sagrada Comunión y del culto a la Eucaristía después de la Misa con relación a los Congresos Eucarísticos y en particular precisamente sobre el tema de la “Comunión con Cristo y entre nosotros”.

El n. 83 del Ritual, cuando prohíbe “la celebración de la Misa durante el tiempo en que está expuesto el santísimo Sacramento en la misma nave de la iglesia u oratorio”, dice claramente que la Misa y la exposición del Santísimo para la adoración tienen la finalidad de la “Comunión”: la celebración del misterio eucarístico incluye de una manera perfecta la comunión”, incluso de una manera “más perfecta” que la misma exposición. Y se añade que “con la exposición se quiere – se pretende” dice la traducción – la misma comunión interna.

De manera más explícita el n. 80, fundamental para expresar las relaciones entre la celebración eucarística y la adoración extra Missam, dice: “Los fieles, cuando veneran a Cristo presente en el Sacramento recuerden que esta presencia proviene del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual”. “La celebración eucarística, “origen y fin” del culto que se le tributa fuera de la Misa” (RCCE n. 2).

“Con la oración ante Cristo, el Señor, presente en el Sacramento, los fieles prolongan la unión con él conseguida en la comunión (id. 81) y se comprometen a trabajar “por impregnar el mundo del espíritu cristiano”, siendo testigos en todo momento en medio de la sociedad humana.

La adoración eucarística, en silencio o comunitaria tiene, pues, el fin de favorecer la asimilación de lo que hemos celebrado y hacer realidad la identificación-comunión cada vez más plena y perfecta con Cristo Jesús, participación en su oblación y configuración con él adquiriendo gradualmente sus mismos sentimientos y actitudes.

En síntesis, la adoración eucarística, vivida en el espíritu de la Iglesia, tiende a hacer que Cristo Jesús viva en nosotros, hasta el punto de poder afirmar lo que confesaba Pablo en la carta a los Gálatas: “Ya no soy yo quien vive; es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 20)..

“Comunión con Cristo y comunión entre nosotros”, reza el lema del quincuagésimo Congreso Eucarístico Internacional de Dublín.

Y el n. 112 del Ritual recuerda los “criterios para organizar un Congreso Eucarístico”. Cito en particular los puntos a y c, que me parecen correlativos y fundamentales. Son el centro de los elementos principales de todo Congreso Eucarístico:

a)“La celebración de la Eucaristía sea verdaderamente el centro y la culminación a la que se dirijan todos los proyectos y los diversos ejercicios de piedad”.

Este criterio queda muy felizmente reflejado en el programa del Congreso de Dublín, que reserva una atención muy especial a la catequesis y formación sobre la santa Misa en sus diversas partes.

c) “Concédase la oportunidad de tener oraciones comunes y la adoración prolongada ante el santísimo Sacramento expuesto, en determinadas iglesias…”

La profundización teológica y catequética sobre la Celebración eucarística por su misma naturaleza implica también esta dimensión. Lo subraya el mismo Ritual: “Para ordenar y promover rectamente la piedad hacia el santísimo Sacramento de la Eucaristía hay que considerar el misterio eucarístico en toda su amplitud, tanto en la celebración de la Misa como en el culto de las sagradas especies, que se conservan después de la Misa para prolongar la gracia del sacrificio” (n. 4).

 

El lema del Congreso Eucarístico de Dublín habla de nuestra “Comunión con Cristo” y también de la “comunión entre nosotros”. Es lo que subrayaba de manera tan clara el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios.

Y el Ritual lo evidencia también de manera explícita, cuando, después de pedir que haya “una catequesis más profunda acerca de la Eucaristía en cuanto misterio de Cristo viviente y operante en la Iglesia”, subraya la “participación más activa en la sagrada Liturgia que fomente al mismo tiempo la escucha religiosa de la Palabra de Dios y el sentido fraterno de la comunidad Se trata de una “comunión” espiritual y fraterna que se extiende a manifestaciones muy concretas, a través de “una investigación de los recursos y la puesta en marcha de obras sociales para la promoción humana y para la debida comunicación de bienes, incluso temporales, a ejemplo de la primitiva comunidad cristiana”. Comunión espiritual y sacramental con Cristo, identificación con él, comunión espiritual y material, solidaria con los hermanos y entre los hermanos, “para que el fermento evangélico se difunda desde la mesa eucarística por todo el orbe como fuerza de edificación de la sociedad actual y prenda de la futura” (RCCE, n. 111).

Hna.Concepción González Rodriguez

Pía Discípula del Divino Maestro

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